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Buenos días a todos, excelentísimos Sres. Presidentes de la Academia gallega de la gastronomía, Ilustrísimas autoridades, Presidente de la Xunta, conselleiros, Académicos, nuevos académicos, señoras y señores.
Soy un coruñés, un gallego orgulloso de sus raíces, un enamorado de mis tierras y a las costumbres gallegas, entre ellas de su gastronomía. Por eso es por lo que no puede estar más ilusionado de poder aceptar el ingreso a la Academia junto a estos grandes compañeros.
El otro día me decía un amigo madrileño que veranea en Pontedeume que venir a Galicia es algo increíble, tienes lo mejor de todo, la mejor carne, el mejor pescado, su marisco, un buen queso de tetilla o simplemente una Estrella Galicia. Y es que es verdad, Galicia es increíble, lo tiene todo, aunque es verdad que el tiempo podría mejorar…. Pero También es nuestro Encanto.
Hoy estoy aquí frente a todos vosotros para mostrar mi compromiso para llevar Galicia por bandera como mucha gente lo ha hecho desde hace miles de años. De ahí viene la elección de mi cadeira, mi cadeira representa la defensa a todos aquellos Gallegos que emigraron para levantar nuestra gastronomía fuera de nuestras tierras.
Mi cadeira tendrá el nombre de Matilde Mosquera Vazquez, más conocida como Pitila Mosquera. Puede que muchos de vosotros no la conozcáis… probablemente si conozcáis el restaurante Sacha de Madrid, pues ella es la madre de Sacha Hormaechea, la persona que comenzó todo. Una gallega trabajadora que se marchó a Paris en los años 60, donde fue musa de pintores, poetas, actores y escritores. Allí es donde conoció a su marido Carlos, con el que comenzó su aventura cuando volvieron a España para abrir su primer restaurante en Sitges. Un gran restaurante reconocido en su momento como el mejor del mediterráneo por la revista Elle. Cabe destacar la fortaleza gallega y el don de gentes que hay nuestra tierra que pese a tener que cerrar su restaurante por un brote de colera, pudieron abrir en Madrid el restaurante Botillería y Figón Sacha, en honor a su hijo, gracias a sus ahorros y la ayuda de todos los que la querían.
Ella consiguió crear un espacio donde la gente se sentía como en su casa, generaba la confianza para convertirse en establecimiento referente de la noche madrileña dando lugar al encuentro de políticos, empresarios, artistas y bohemios. Gente que iba a disfrutar del buen hacer y del buen comer, disfrutar sin tapujos. Donde ella demostraba su carisma y cercanía, y ¿cómo la gente no iba a disfrutar allí? Si como ella siempre decía “lo que pasa en Sacha, se queda en Sacha”
Además de sus logros profesionales, era una persona maravillosa y a mí me toca de cerca ya era íntima amiga de mi padre, de sus veraneos en Vilaboa desde su infancia. Hoy estoy seguro de que mi padre estaría muy orgulloso de mi, no solo porque gracias a el saque mi gusto al buen comer, y no os voy a mentir, también por el buen beber; sino porque le otorgo la silla a una persona a la que mi padre quería mucho.
Por mi parte, me gustaría trabajar como nuevo académico en fomentar la cultura y la gastronomía gallega, y dejarnos de tonterías y dejar claro que como en Galicia no se come en ningún sitio, la materia prima que tenemos es una locura. Desde las patatas de Coristanco al pan de Carral, los pimientos de padrón o unos buenos percebes, o simplemente un albarino a una crema de orujo. Lo de nuestra tierra es de otro planeta.
Perdonarme si no suena del todo correcto, pero hay que trabajar para que la frase de en Galicia encontraras la mejor materia prima y en el País vasco está la mejor cocina desaparezca. Solo con ver a cocineros como mi amigo Luis veira o como también grandes y reconocidos chefs como Pepe solla, Yayo da porta o Lucia Freita, entre otros, deslumbran día a día en el buen hacer con sus restaurantes de estrella Michelin nos tiene que dejar claro lo que tenemos entre manos.
Asimismo, no nos podemos olvidar de todas esas casas de comidas tradicionales y por supuesto de todas esas amas de casa, que preparan con sus manos decenas y decenas de filloas, que hacen cocido para 20 y mantienen las recetas tradicionales gallegas que han pasado entre generaciones. Mujeres como mi madre que han sabido deleitar con cada plato hecho con cariño, con buena materia prima y siempre con pensando en que, si sobra, no pasa nada, se merienda.
Galicia somos todos, y debemos estar orgulloso de formar parte de un lugar tan especial, gente querida allá donde se vaya. Y eso es lo que debemos fomentar, nuestra forma de vida, nuestro día a día. El buen comer y beber que se trasmite entre las generaciones.
Y también pienso en mi hija, que vive en Londres y cuando le entra morriña y vuelve a casa, lo que más le importa, antes que vernos a nosotros, es donde vamos a comer y por supuesto haya pulpo y un buen solomillo de vaca. Si es que lo tenemos todo… así que vamos a remangarnos y remar todos juntos para que Galicia este en todas partes… que al fin y al cabo no hay nada que mejor nos defina que ¡Vivamos como galegos!
Muchas gracias a todos.
D. Jorge Bermúdez De Castro y Jaspe